Su nombre completo fue Pedro Omar Caíno y nació en La Paz, Entre Ríos, allá por el año 1956. Sus grandes triunfos y su amor por las bicicletas lograron inmortalizarlo y convertirlo en una de las leyendas del ciclismo en Argentina.
Se subió por primera vez a una bicicleta a los 11 años y sin conocimiento ni antecedentes familiares en este deporte construyó a fuerza de sacrificio y talento una relación única con sus bicicletas que lo llevarían años más tarde a los podios más importantes de todo el mundo.
Comenzó con un “modelo de mujer”, hasta que gracias a la ayuda de sus vecinos paceños logró armar una de hombre y comenzar a correr y a ganar por los distintos barrios de su ciudad.
Sin dejar nunca de pedalear, mejorando tiempos y llegando cada vez más rápido a la meta, comenzó a formar parte de los campeonatos provinciales que se organizaban a lo largo de toda Entre Ríos a finales de los 60 y principios de los años 70.
Las carreras eran lejos de su ciudad, y debía viajar hasta otros destinos para participar de esas competencias.
En colectivo, en micro o en cuanto rodado lo acercase, y con un espíritu de sacrificio impensado entre sus propios colegas, Pedro comenzó a ganar la mayoría de las carreras en las que participaba, y así gracias al sacrificio y a los resultados favorables, se le comenzaron a abrir las puertas a nivel nacional.
El chico de la bici “cualunque” (como le gustaba decir) le ganaba a todos los que llegaban en autos y tenían las mejores bicicletas, y así, lentamente comenzó a llevar su brillo a las ciudades más distantes y distintas del país, donde comenzaron a apodarlo Pedro El Grande, y donde nadie quería perderse su paso triunfal.
Así llegó al apoyo de los sponsors locales (Duval Flores), de todos los vecinos de su ciudad y de los mejores equipos de Buenos Aires que sabían que en Persecución Individual y en Ruta, Pedro era prácticamente invencible. Y que por supuesto, querían tenerlo.
Desde el año 1977 y hasta el año 1982, Caíno ganó prácticamente todo lo que se propuso, levantando copas y calzándose medallas a lo largo de toda Argentina, América y el mundo.
A sus condiciones naturales y esfuerzo inhumano también dejó llegar la experiencia y los consejos de los grandes referentes del deporte de esos años, y se retiró en su mejor momento, con tan solo 28 años para dedicarse a otra de sus grandes pasiones: armar bicicletas, lo que hizo con sabiduría y acierto y que hoy continúa, como él quería, su propia familia.
En 2014 se fue andando en bicicleta, como para hacer más grande y glorioso el final de su propia historia, de una vida de película.